La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria sistémica autoinmune. Se caracteriza por provocar sinovitis persistente en las articulaciones, especialmente en pequeñas articulaciones (manos, pies, cervicales...). La enfermedad genera una destrucción progresiva de las articulaciones lo que conduce a distintos grados de deformidad e incapacidad funcional.
La enfermedad, ocasionalmente, puede afectar a otros órganos y sistemas como ojos, pulmones y pleura, corazón y pericardio, piel o vasos sanguíneos. La artritis reumatoide puede llegar a ser una enfermedad muy dolorosa e incapacitante. Se diagnostica fundamentalmente por síntomas clínicos y pruebas de laboratorio (factor reumatoideo y radiografía). Los especialistas que se ocupan tanto del diagnóstico como del tratamiento de la artritis reumatoide son los reumatólogos.
El nombre artritis reumatoide proviene del término reumatismo, un término genérico que se aplica a afecciones que producen dolor de las articulaciones y deriva del griego "rheumatos" (flujo). El sufijo "oide" (parecido) indica que la enfermedad es una forma de reumatismo.
La epidemiología de la enfermedad indica que entre el 0,5 y el 1% de la población mundial está afectada por la artritis reumatoide, siendo las mujeres tres veces más propensas a la enfermedad que los hombres probablemente por la influencia de los estrógenos. En las mujeres, la enfermedad suele iniciarse entre los 30 y los 50 años, mientras que en los hombres se produce generalmente unos años más tarde y la prevalencia aumenta con la edad para ambos sexos. La aparición suele ocurrir a cualquier edad aunque es mas frecuente entre los 40 y 50 años de edad. La incidencia es de aproximadamente 3 casos nuevos cada año por cada 10 mil habitantes de la población. La distribución de la enfermedad es mundial, aunque hay zonas con mayor prevalencia, como los nativos americanos y zonas con menor gravedad, como el África subsahariana y la población negra del Caribe.
La causa de la artritis reumatoide (etiología) sigue siendo desconocida pero los siguientes factores parece que pueden desencadenarla: Factores genéticos (individuos genéticamente predispuestos) y factores ambientales (parecen ser los más importantes). En cuanto a factores ambientales el género influye de forma importante. En las mujeres los estrógenos inhiben a determinados linfocitos T (inhibidores) mientras que estimulan a los linfocitos T colaboradores o facilitadores. Otros factores ambientales que influyen son el tabaco y las infecciones siendo éstas un factor potencialmente desencadenante. Las infecciones bacterianas (Ej. Proteus mirabilis y por mycoplasmas) y las infecciones viricas (virus de la hepatitis B, parvovirus B19, retrovirus, virus de Epstein-Barr...).
En la patogenia de la artritis reumatoide intervienen factores humorales y celulares (linfocitos T CD4). El proceso se inicia cuando las moléculas mediadoras de la inflamación como las prostaglandinas, tromboxanos, citocinas, factores de crecimiento, moléculas de adhesión y metaloproteasas, atraen y activan células de la sangre periférica, produciendo proliferación y activación de los sinoviocitos, invadiendo y destruyendo el cartílago articular, el hueso subcondral, tendones y ligamentos.
El tratamiento de la artritis reumatoide tiene varias opciones farmacológicas y no farmacológicas. Los analgésicos y antiinflamatorios (esteroideos y no esteroideos) se utilizan para suprimir o disminuir los síntomas mientras que los fármacos antirreumatorios se utilizan para inhibir o detener el proceso inmune que desencadena la enfermedad. El tratamiento no farmacológico incluye fisioterapia y terapia ocupacional. En medicina alternativa se emplean tratamientos que utilizan el extracto de raíz de harpagofito (Harpagophytum procumbens). Según estudios clínicos, los principios activos de esta raíz son capaces de inhibir la producción de diversas citoquinas que intervienen en la inflamación. Otro tratamiento de la medicina alternativa es la apiterapia que consiste en aplicar piquetes de la abeja viva en zonas específicas. En el caso de enfermedades inmunológicas el veneno de la abeja (apitoxina) actuaría distrayendo al sistema inmunológico y estimulando la producción de cortisol (antiinflamatorio endógeno).
El pronóstico de la artritis reumatoide es muy amplio y variado. La mayoría de los afectados padecen la forma más leve de la enfermedad que precisa escaso tratamiento y es compatible con una vida normal. Las formas más graves pueden llegar a acortar la esperanza de vida del paciente debido a que los procesos que afectan al aparato locomotor tienen muchas posibilidades de complicaciones secundarias cuando se cronifican.